viernes, 8 de enero de 2010

FRICCIONES


A José Manuel Gil.

Livianas, volátiles en el aire,
figuran cuán mariposas irreales,
cruzan techos de luz, cielos extensos;
sorprenden por su arrojo, a cuantos hieren,
y les hilvanan susurros en el alma.

Etéreas con el cuerpo de diamante,
sirenas que navegan en la brisa,
siembran densos silencios de latidos,
deteniendo suspiros de agua
en goces sugestivos y candentes.

En su vuelo, al azar,
engarzan con náufragos perdidos,
que se aferran a existir con dualidad de péndulo,
en ingenuos trazos de esperanza.

Errantes interiores,
prendidas en almas voluptuosas,
cómplices de infinito
con ligeras alas en un instante que arde.

Jamás unas esencias sin subterfugios,
se sintieron más libres,
ni diapasones albos vibraron
con tal ansia al resonar en su encuentro.

Libélulas de nácar,
substancias que se arrullan,
sensibilidades,
fricciones,
fricciones de almas.

Ada